miércoles, 5 de junio de 2013

El barrio

Cuando me siento a escribir tengo la maldita costumbre de empezar a pensar un texto con la frase adverbial "A veces". Debo tener alguna clase de afección sintomática con los adverbios de duda. Puede ser que tenga que ver con que creo en la variabilidad del tiempo. Aunque también se puede decir que vivo en una nube de pedo. Esa sería una afirmación aceptada y, probablemente, fácil de argumentar. El problema debe ser que no creo en las líneas rectas y uniformes. Mi propio cosmovisión es que el universo y la vida son algo así como un sanguche. Por un lado, se relaciona con mi capacidad de tener hambre la mayor parte del tiempo. Por otro lado, con que el tiempo y el espacio son mixturas que se chocan y dispersan constantemente entre sí. Flasheo - porque es re contemporáneo decir que flasheo y no que pienso - con que mi tiempo[2] es una suerte de red conceptual. No es puro y lineal. No estoy elaborando una teoría filosófica nueva. Sólo digo eso.
Mi barrio tenía calles de tierra, íntegramente. Es por eso que todavía no me acostumbro a vivir en una ciudad en la que las calles de tierra casi no existen[3]. Mi casa quedaba en la última cuadra de la ciudad. Después de mi cuadra venía el campo. Es por eso que en la secundaria me jodían con que yo vivía en Monte Hermoso - es decir, muy lejos de Punta Alta - . Cuando iba a la primaria, después de la escuela nos íbamos con los chicos de barrio a yirar por los campos. La excusa muchas veces era cazar pajaritos (aunque nunca me gustó hacer eso y nunca fui bueno tampoco). En verdad, me gustaba pensar que estábamos en la Edad Media, y que recorríamos lugares inexplorados.
Hace poco recordé que en un momento, nos dedicábamos a ir a un basurero que quedaba detrás de la ermita. Mucho detrás. Cruzábamos campos extensos para llegar. Eran pilas y pilas de chatarras y cosas que las personas iban a desechar. Había de todo. Montañas de basura. Era la gloria. Encontrábamos miles de cosas interesantes. Inutilmente interesantes. Un día que habíamos ido con Julio solos, porque a Eduardo no lo dejaban salir, en la recorrida encontré un rollo gigante de película. Para mí era algo parecido a los rollos de fotos de papá pero más grande[1]Hoy sé que era un rollo de celuloide para cine. Era una película. No recuerdo qué película era. Sólo sé que mire fotograma a fotograma y pude ver - a contraluz - a personajes que casi no se movían. Ahí conocí la magia del cine. Después me olvidé y nunca más me volvió a interesar, es más, lo olvidé casi por completo[4]. Me gustaría escribir las memorias de mi infancia pero creo que hay varios episodios que tendría que censurar. De alguna forma, contar la historia también es una forma de censurar. Igualmente, no creo que a alguien le interese leer los recuerdos de mi infancia. Quizá sea un poco narcisista. Tampoco creo en la posibilidad de escribir para uno mismo. Por eso doy por descartada esa opción[5].
Creo que la poesía nació ahí. Cuando empecé a configurar mis formas de jugar (¿cómo nade la poesía en cada persona? ¿Cuál es ese momento/imagen/loquesea que hace que uno piense en poesía?). No sé si la poesía sea un juego, no estoy diciendo eso[6]. O tal vez sí. Mi barrio es importante. Mi barrio fue mi primer universo. Mi barrio fue un haikus que proyectaba la inmensidad del cosmo[7]. Me gustó eso: “mi barrio es un haikus”. Con mi psicóloga hablamos de los círculos  a través de los cuales vamos configurando el espacio a través del tiempo. Primero, la casa (cuando uno es pequeño). Después, el barrio (en la infancia, los juegos, los vecinos, la calle, etc). Luego, la ciudad. Más tarde, el mundo. Sobre esas cosas podemos hablar después.







[1] Papá tenía una cámara de fotos analógica - con rollos de 32 fotos, aprox. - de esas simples (no réflex). Siempre quería usarla para sacar fotos pero Papá nunca la prestaba, a nadie. Era una de las tantas pertenencias que escondía de nosotros. Creo que escondía tantas cosas de nosotros que incluso él siempre estuvo oculto. Pero bueno….
[2] Mi propia percepción del tiempo. Como lo siento cotidianamente.
[3] Por si no se dieron cuenta ya cambie de tema. Me aburrí de hablar del tiempo.
[4] La verdad  no es una gran anécdota, ni una historia mágica sobre el arte. Sólo es un recuerdo (aclaración del autor).
[5] Es decir, toda esa reflexión fue al pedo porque no voy a escribir mis memorias.
[6] No se ofendan Brecht ni Mayakovski.
[7] Perdón si flasheo un toque. Es muy temprano.

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